sábado, 28 de octubre de 2023

Characteristica universalis

Explication de l'Arithmétique Binaire de Leibniz.

He vuelto a releer Nueva refutación del tiempo y me ocurre algo parecido a lo que expresa Borges en su nota preliminar: “No se me oculta que este es un ejemplo del monstruo que los lógicos han denominado contradictio in adjecto, porque decir que es nueva (o antigua) una refutación del tiempo es atribuirle un predicado de índole temporal, que instaura la noción que el sujeto quiere destruir”. Pues bien, en algo debe parecerse la sensación que me ha sobrevenido al comenzar este escrito diciendo que he vuelto a releer, ya que intuyo que quien ahora lee este texto, no es el mismo sujeto que lo ha leído otras tantas veces a lo largo de esta sucesión temporal a la que doy en llamar mi biografía. Sospecho que la idea de tiempo es la mayor de nuestras invenciones, ya que sin ella, nos hubiera sido imposible crear historias. Somos incapaces de vivir sin contar, sin contarnos, y así es como sucedemos. 

Por lo que se sabe hasta ahora, la escritura surge en Sumer a lo largo del cuarto milenio antes de nuestra era, en forma de unas líneas curvas, trazadas con la ayuda de un cálamo, en pequeñas tablas de arcilla cocida. Estas cuñas servían para realizar inventario de las cosas que se podían contar; por ejemplo, las cabezas del rebaño que se entregaban como garantía del cumplimiento de un contrato. Es así como comenzamos a confiar en estos signos, atribuyéndoles una realidad en sí mismos, hasta convertirlos en el vehículo de nuestras creencias. No es extraño que estos primeros códigos fueran numéricos y que varios milenios más tarde Galileo Galilei escribiera, en su obra Il Saggiatore: “La filosofía está escrita en ese grandísimo libro que tenemos abierto ante los ojos, quiero decir, el universo, pero no se puede entender si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los caracteres en los que está escrito. Está escrita en lengua matemática y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es imposible entender ni una palabra; sin ellos es como girar vanamente en un oscuro laberinto.” 

Siglos después, Leibniz va más allá y concibe un lenguaje que considere los números característicos de todas las ideas: “En efecto, después de constituir los números característicos de la mayor parte de las nociones, la humanidad poseerá un órgano de nuevo cuño que acrecentará el poder de la mente mucho más de lo que las lentes aumentan el poder del ojo y que será tanto mayor que los microscopios o los telescopios cuanto más excelente es la razón que la vista.” A Leibniz se le considera el introductor del sistema de los números binarios en Occidente, un sistema de numeración que solo trabaja con unos y ceros, cuyo uso ya está documentado desde tiempos remotos y que en nuestros días ha pasado a ser el código usado por la informática. Me pregunto si el sueño del filósofo alemán se está haciendo realidad en la inteligencia artificial, ese “órgano de nuevo cuño”, a modo de un compendio de la historia de nuestras ideas que pasa por el número como la esencia del ser pitagórica, que se sujeta al principio de no contradicción de Pármenides y que logra su ordenamiento en la lógica de Aristóteles. Así, hasta llegar a pensarnos por un ente superior que encarne la más antigua aspiración del ser humano: el descubrimiento de la verdad.

1 comentario:

  1. Me encantó eso de la sucesión temporal que damos en llamar nuestra biografía. Me recordó a Lock o Hume o Berkeley, uno de esos locos que no veía una flecha flotando sino muchas flechas diferentes en diferentes lugares y e instantes de tiempo.

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