Lo cierto es que cada vida es única y
por más que nos empeñemos en buscar un modelo a seguir, no existe, en ningún
lugar, ejemplo de uno mismo. De igual modo sucede con la escritura, los
escritores, aunque usemos el mismo lenguaje, dotamos a cada palabra de un
significado distinto bajo el prisma de nuestra singular experiencia. No hay
literatura mejor ni peor, solo hay diferentes grados de conciencia y mayor o
menor habilidad para transcribir esta realidad inabarcable que nos rodea.
Supongo que, por este motivo, me sigo esforzando en escribir, para entender e
intentar descubrir los misterios de mi propia existencia. Dejar de escribir, y
en algunos momentos lo he hecho, sería, para mí, como estar muerto, ya no
sentiría interés alguno por la vida, ni por el mundo y, por ende, ya no
necesitaría del lenguaje. Luego está la poesía, que se debate en otro plano,
como si los poetas estuviésemos elaborando un diccionario de lo inexpresable
con el precario alfabeto de las emociones. Yo quiero creer que nos encontramos
en los albores del ser, que la poesía no es más que el balbuceo de un recién
nacido que aún no ha aprendido el idioma que nos habrá de hermanar en un ideal
común de paz y de justicia.
Un poema debería ser
como el pan, porque no hay alma que alimentar cuando no está el estómago lleno
y los poderosos, para seguir viviendo en el lujo y la opulencia, necesitan que
una parte de la humanidad esté enfrentada con la otra. No hemos aprendido nada
de nuestros errores y ninguna religión nos ha enseñado a amar, el pensamiento
se halla atrapado en mistificaciones y nuestros actos están gobernados por el
egoísmo y la vanidad.
El ejercicio de
cualquier manifestación artística se fundamenta en el deseo de traspasar los
límites de lo posible. El artista aspira a lo imposible y en ello se sustenta
su rebeldía; mientras el hombre vulgar levanta muros, el artista los derriba.
Yo diría que el Artista y el Hombre Vulgar conviven en cada individuo y lo que uno teje por la noche el otro lo desteje por la mañana. Si el Hombre Vulgar se dejara derrotar por el Artista, tal vez no tendríamos un mundo de progreso y prosperidad, pero tendríamos un mundo en paz y más festivo. Si el que va a vencer es el Hombre Vulgar, al menos que potencie su racionalidad y se deje arrastrar menos por las pasiones, generalmente bajas.
ResponderEliminarLo dionisíaco y lo apolíneo.
ResponderEliminarPues tienes razón, parece que el mundo no aprende de sus errores porque los comete una y otra vez.
ResponderEliminarQuizás el artista en su vanidad cree que los hombres vulgares no pueden mantener los muros. Es difícil, pero no imposible. Me encanta como escribes Antonio. Sigo tu blog. Un abrazo
La tarea de ablandar el ladrillo todos los días, como dijo mi querido Cortázar. Muchas gracias, Nuria. Nos leemos!
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