domingo, 31 de diciembre de 2023

El mejor mundo del poema

 


Intenté escribirte el mejor poema del mundo,

pero como no supe hacerlo,

me esforcé en construir para ti

el mejor mundo del poema.

Fui incapaz de idear metáforas,

así que inventé realidades:

un mundo en paz, de gente buena y honrada

y a todas las cosas bellas

las llamé por tu nombre.

Ordené a los sueños que ocuparan el lugar

de la vigilia y, no sé cómo,

pero el odio y la maldad, no volvieron

a anidar en el corazón del hombre.

Construí este mundo sin palabras,

sin medida y sin rima

y tú lo llenaste para mí de poesía.

martes, 26 de diciembre de 2023

El fin de los tiempos

 


Aquel 31 de diciembre se hizo interminable. No es que fuera un día largo, es que nunca terminó. Como cualquier fin de año, se hicieron los preparativos propios que marcaba la tradición: la reunión familiar en torno a la mesa, la cena, las uvas y las pantallas encendidas esperando a las doce campanadas. Las personas encargadas de retransmitir el evento acababan de anunciar los cuartos cuando el reloj se detuvo. Primero fue el estupor, ¿cómo podía haber fallado?, nada, un error de la organización. Después vino el pánico, no se había parado uno, se habían parado todos los relojes. La gente consultaba la hora sin dar crédito: los relojes se habían detenido en las doce de la noche. Por las redes comenzaron a circular distintas hipótesis, desde las más suspicaces, que lo achacaban a un ciberataque, a otras, más desesperadas, que atribuían el hecho a la llegada del apocalipsis. Hubo gente que decidió no darle importancia y siguió con la celebración, a la espera de que el problema fuera subsanado. El gobierno convocó un gabinete de urgencia, reuniendo a sus equipos de asesores científicos. ¿Qué estaba pasando? El parón afectaba al planeta entero. Sin embargo, a pesar de lo insólito del suceso, no parecía apreciarse nada extraño; las cosas seguían marchando normalmente, excepto los relojes, que se habían paralizado. Se comprobaron los relojes atómicos, que eran los más precisos, y la sorpresa fue mayúscula, también se habían detenido. Entonces comenzaron las conjeturas, los relojes funcionaban, es decir, no se había producido un fallo en los mecanismos, por tanto, no se estaba enfocando el problema correctamente: no eran los relojes los que se habían parado, sino el tiempo. De esta manera, se hizo necesario revisar algo que, hasta ese momento, nos había parecido lo más natural, pero que afectaba al fundamento último de nuestras creencias: ¿qué es el tiempo? En este punto del debate hubo que acudir a la ayuda de la Filosofía que, de algún modo, podía complementar las explicaciones de la Física, lo cual no agradó especialmente a la comunidad científica. A alguien se le ocurrió decir que si el tiempo se había parado, también, por fuerza, tenía que haberlo hecho el espacio, pues ambas dimensiones, y en esto coincidían tanto la Física como la Filosofía, eran indisociables. Aquí tuvieron que acudir al auxilio de la Astronomía, cuyos especialistas no pudieron pronunciarse, aduciendo que los datos que llegaban de los observatorios internacionales estaban congelados en aquel fatídico instante. La conclusión a la que se llegó fue unánime: había que esperar a ver qué pasaba.

Pasar pasó todo, menos el tiempo. Poco a poco nos fuimos acostumbrando a vivir en el instante, las personas continuaron con sus vidas y el presente se convirtió en un estado perpetuo.

miércoles, 13 de diciembre de 2023

Hoy



Supongo que andarás

perdida, como yo, la vida

no nos lo está poniendo fácil.

No sé si esperabas algo mejor,

hace tiempo que ya no hablamos de estas cosas.

Yo, la verdad, no sé qué nos deparará

el futuro, pero ahora soy feliz contigo.

Ahora nos tenemos

y eso creo que debe ser lo que más importe,

porque el mañana es solo una palabra

que no entiende nada de los instantes.

Hoy, ayer fue mañana y así será siempre,

amor, mientras vivamos.


Poema "Hoy". El mejor mundo del poema (editorial Mercurio, 2016).

martes, 12 de diciembre de 2023

Alétheia

 

Qué equivocados debemos de estar,

siento que se nos escapa algo,

algo velado que, seguramente,

se trate de lo más simple.

Quizás, la complejidad de nuestro pensamiento

es solo aparente

y estemos avanzando hacia una incomprensión

profunda de las cosas;

quizás, el mayor de nuestros aciertos

sea el de reconocer la propia ignorancia, enmudecer,

de lo que no se puede hablar hay que callar.

Quizás, toda esta desesperación,

este movimiento exacerbado, enloquecido,

nos conduzca hacia un cansancio clarividente

y, en ese preciso instante,

cuando detengamos esta maquinaria destructiva

a la que hemos llamado racionalidad,

se produzca la epifanía,

la alétheia, el desocultamiento de la verdad.

sábado, 9 de diciembre de 2023

Especulaciones

 

Time present and time past

Are both perhaps present in time future,

And time future contained in time past.

If all time is eternally present

All time is unredeemable.

 

T.S. Eliot. Four Quartets

 

Si descontamos que la idea del futuro solo adquiere realidad en el lenguaje, podemos decir que todas las predicciones obtenidas por medio del método científico no son más que meras prospecciones hacia el pasado, interpretaciones que pretenden ordenar los sucesos acaecidos. El presente se encarga de formular las condiciones de partida, modelando el comportamiento de las variables y estableciendo las hipótesis que sustentan nuestra fe en una ley natural.

Así, el modelo de progreso funda sus hipótesis en un tiempo ya pasado y, por tanto, disuelto, que nos encamina hacia un futuro que es solo una representación  creada por nuestra mente. En este error basamos el discurso y aún nos lamentamos de nuestra incapacidad para comprender el mundo. Extrapolamos espectros para inferir fenómenos, nuestro método científico consiste en colocar un espejo frente a otro; atrapados en los juegos del lenguaje, los conceptos se tornan en significantes de significantes.

El futuro solo podríamos experimentarlo si pudiésemos revivir el pasado y eso solo es posible hacerlo por medio de la escritura. El que continúa este texto donde lo dejé hace unos días está situándose ahora mismo en el futuro. De hecho, podría trasladarse a cualquier párrafo anterior y cambiar el curso de estas líneas; cambiar su destino y también el mío. Es posible que ya lo esté haciendo, pero tú, lector, anclado a tu presente, no podrás saberlo. All time is unredeemable, excepto el tiempo literario. Ni siquiera el artífice del texto muere, pues el texto literario está en continuo cambio, constantemente reescribiéndose; es como el río heraclíteo, no puedes leer dos veces el mismo texto porque en cada relectura ni el autor ni el lector son ya los mismos.

El pienso, luego existo, de Descartes, siempre debió ser un deliro, luego existo; se puede dudar de todo excepto de los designios de la razón, en este manicomio al que llamamos mundo.

Ningún ser humano ha descubierto nada, es la realidad la que nos descubre y nos devela. Nuestra existencia no es más que un efímero reflejo del fuego cósmico, una chispa centelleante de la hoguera en la que se consume el Tiempo, cenizas de un sueño.

Nuestra razón se enfrenta a la indeterminabilidad del cosmos, nuestro por qué es siempre una pregunta hecha al lenguaje y, como tal, la respuesta obtenida no es más que la reflexión que nos devuelve el espejo. Las aporías de Zenón de Elea, San Agustín preguntándose qué es el tiempo, páginas y más páginas que  testimonian  nuestra perplejidad ante el mundo, no dejan de parecerse a los topetazos de la mosca que persevera en abrirse camino a través del cristal. Perseverar en el ser, como dijo Spinoza, pero este ser es siempre el ser del lenguaje y, que sepamos, hasta ahora no hemos descubierto ningún indicio del uso de la gramática en las afueras del intelecto. La edificación del saber, sospecho, no deja de ser un intento desesperado por atraer hacia nosotros la mirada esquiva del universo.

jueves, 7 de diciembre de 2023

Signos (1)


 

La belleza está en los signos. ¿Cuál es el signo de la plenitud? Contemplar esta sucesión de imágenes que desfila ante mis ojos; pero sin interpretar, ser yo el interpretado, para eso tendría que dejar de relatarme y escribir desde la otredad. Deshacerme del sujeto, de la sujeción a mi historia.

Mis circunstancias son objetivas. No existe la liberación a través de la escritura, la escritura son normas impuestas: gramática. El ser es una palabra, el no ser su opuesto: lógica, matemática. No soy, estoy siendo, devengo como las nubes que comienzan a oscurecer el cielo de esta tarde. Mañana serán otras nubes, otra tarde. Y, entonces, ¿por qué esta necesidad de escritura? Porque son signos y la belleza está en ellos.

Admiro al primer ser que estampó la palma de su mano en la pared de una caverna y se contempló a sí mismo. La escritura no es creación, es representación; la creación está en el afuera y a este solo se accede mediante la contemplación. Yo también estoy ahí afuera.

Contemplo este texto que uso para representar mis pensamientos. Me fascina nuestra creencia en los signos porque esta representación también adquiere la forma de una presentación. Los signos acontecen ante mí y pretenden descifrarme, es el código en el que creo que está inscripta la solución a mi enigma y yo insisto en él, persevero. Sin embargo, este código me viene dado en la forma de un legado cultural que me envuelve, legado que es fuente de dicho código y que preciso conocer para conocerme.

viernes, 1 de diciembre de 2023

En desgracia

 La poesía ha caído en Desgracia.

Desgracia es una tierra hostil,

entregada a la devastación,

en la que se hace uso de la razón

para exterminar la vida

y a esto lo llaman inteligencia.

Los poetas, que procuramos que el territorio

de las palabras no sea invadido por la mentira,

a eso lo llamamos violencia.

En Desgracia, sus habitantes

no pueden convivir en armonía,

el ruido de la destrucción

ensordece sus corazones

y el crimen se legitima por razones de Estado.

El precio de la paz se cuantifica

en proporción al número de víctimas

y, así, han hallado la fórmula

para que la muerte les sea rentable.

En Desgracia, la poesía

hoy es un charco de sangre

en el que se contempla el fin de la historia.