Los réditos del amor a nadie le interesan,
no es rentable el amor,
nadie ha hecho fortuna amando sin reservas.
¿Con qué fin nos hacemos daño?
¿Por qué la moneda de cambio siempre es el odio?
Seguimos sin entender el valor
de lo que no tiene precio, ningún
economista ha sido capaz de calcularlo.
Seguimos arruinando vidas
y, en el infierno, los acreedores
concursan para cobrar nuestras deudas.
Las sucursales del espanto
sientan plaza en nuestras almas,
porque el metro cuadrado de conciencia
sale cada vez más barato.
El mundo es una entelequia, una burbuja inflada
por la especulación y la barbarie,
en donde los fondos del corazón se desploman
y ya nadie acude al rescate.
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