Leer
un texto es seguir la dirección de los signos. No hay un adentro del texto, los
signos conducen al afuera. De igual forma no hay un adentro del yo, el ser es
transparencia. A través del yo se ve la otredad.
¿El
texto es objeto o sujeto?, porque aquí no soy solo yo el que escribe, hay una
multitud de voces que me dictan esto que se escribe.
No
hay significados dentro del texto, el significado es también una palabra. El
sentido está donde se acaban las palabras, en el vacío de conceptos; ante este
abismo, el ser enmudece.
El
tiempo es la sucesión de los signos: aritmética. En el principio fue una
explosión de signos; la escritura les dio el orden: cosmogonías. La letra de la
ley produce códigos religiosos y morales: logos,
legere, lex… Adviene el imperio de la ley y los estados comienzan a acuñar
moneda.
El
cultivo de las lenguas da origen al excedente: la literatura, el lenguaje como
mercancía. El signo se convierte, también, en moneda de cambio. El dios Amón
exige a sus súbditos todo el oro del imperio para que el faraón pueda llevarse
el Sol a su tumba.
Son muchos los signos que se pueden deducir de un texto por parte del lector, pues cada lector lo puede percibir de manera distinta. Excelente post. Un abrazo
ResponderEliminarBuenas reflexiones. Leemos y no paramos a pensar en ello. Buen post. Abrazo
ResponderEliminarMe ha encantado eso de calificar a la literatura como el excedente del cultivo de las lenguas. Y no falta razón. El lenguaje nació para comunicarnos y resuelta esa misión, nos ofrece la literatura para soñar y trascender.
ResponderEliminarEl lenguaje nos da y quita libertad. Es la única forma que tenemos para mostrar nuestros pensamientos, pero quizá ello supone un límite para nuestra inteligencia dado que ese es el filtro. Algo así como decir que el universo es mucho más de lo que podemos comprender, pero para nosotros solo existe el universo que podemos comprender con nuestra razón. Un abrazo
Gracias, Nuria, Amaia, David, vuestros comentarios enriquecen el blog. Abrazos!
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