domingo, 23 de junio de 2024

Meditaciones (4)



¿En qué no nos hemos parado a pensar? Si nuestro pensamiento ha sido capaz de abarcar la totalidad, quizá sea el momento de pensar la nada. Si no hemos sido capaces de encontrar las respuestas en el todo, es porque, tal vez, no existan las respuestas y necesitemos hallar una nueva forma de hacer las preguntas.

La nada es lo que no existe, por lo que no se puede conceptualizar, pues el concepto ya queda atrapado en los límites de una definición. No podemos saber qué es lo que no existe, por lo que se trataría de elaborar una filosofía de lo innombrado. Pero, ¿cómo sería pensarnos fuera del lenguaje?, ¿seríamos capaces de desconectar nuestro dispositivo lógico? No se puede encarar la nada con el lenguaje, pues el no ser queda excluido por el principio de no contradicción, así, la nada, queda confinada en el espacio de la negatividad. La nada no puede expresarse, no existen signos para darle sentido. La nada podría estar en lo insignificante.

Nuestros esfuerzos siguen encaminados a potenciar el mismo modelo de conocimiento, y todo apunta a que el desarrollo de una inteligencia artificial solo multiplicará el número de teorías existentes. Mientras tanto, seguimos sin poder salir del asombro.

domingo, 16 de junio de 2024

Meditaciones (3)

Toda nuestra epistemología se funda en la idea de tiempo. Sin el constructo de una sucesión cronológica de los hechos, el castillo sobre el que se elevan las teorías del conocimiento se viene abajo.

Pero, ¿existe el tiempo? Para el ser humano sí, evidentemente, según Kant, el tiempo es una forma de nuestra intuición pura y, tan solo en él, es posible la realidad de los fenómenos. Necesitamos de un principio a partir del cual ordenar los sucesos, un origen desde el que comenzar a contar la historia y, allá donde nuestra imaginación no alcanza, nos topamos con el caos. Así comienza la Cosmogonía de Hesíodo: “En primer lugar existió el caos”, después los dioses comenzaron a crear el cosmos, que en griego significa el orden. Así comienza el libro del Génesis: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, “la tierra era caos, confusión y oscuridad…”. En Cosmología el universo comienza con el Big Bang, la Gran explosión, hace unos 14.000 millones de años y ahí se pone en marcha nuestro reloj cósmico. En el paso del mito al logos hemos ganado en precisión, pero Cronos sigue devorando a sus hijos.

Me pregunto qué sería de la humanidad sin la memoria, si en lugar de beber en ese río del Hades que los antiguos griegos llamaron Mnemosine, lo hiciésemos en las aguas del Leteo; viviríamos en un solo instante, cometiendo por siempre los mismos errores, cosechando los mismos aciertos.



sábado, 8 de junio de 2024

Meditaciones (2)

Todavía es pronto; unos tres mil años, desde que nació el pensar filosófico, es poco, si lo ponemos en relación con la edad del universo. Y, en este breve lapso, hemos ideado un sinfín de teorías para explicar el fenómeno único que supone nuestra existencia.

Seguimos escribiendo la historia, con la intención de dar una coherencia a nuestros pasos por la tierra, pero nos topamos con un presente en el que nuestro andar se detiene. Surgen las dudas, miramos el horizonte en busca de una perspectiva y nos preguntamos si hemos seguido el camino correcto o hubo, alguna vez, la posibilidad de trazar otro destino; si tiene la historia una finalidad o no somos más que una deriva de la materia cósmica. Y así, nuestra mente persiste en la búsqueda del sentido, porque  nuestra razón necesita certezas para fundamentar la narrativa que nos da forma.

Pero sí, quizás es pronto, quizás necesitemos tres o cuatro mil años más para obtener una teoría clara del conocimiento. Sin embargo, creo que es urgente que conciliemos nuestra visión del mundo con el respeto por la vida porque de lo contrario, no habrá un lugar donde poner en práctica nuestras ideas.